“El que es bueno para hacer excusas, rara vez es bueno para otra cosa” — Benjamin Franklin

“El que es bueno para hacer excusas, rara vez es bueno para otra cosa” — Benjamin Franklin

Pocas cosas son tan inútiles como una excusa.

No importa el grado de sofisticación que le podamos imprimir a una excusa, nunca resolverá nada.

Las excusas siempre tienen 2 objetivos básicos:

La simbiosis perfecta entre la excusa y el fracaso

Cuando hablamos de fracasos a nivel personal son pocos los que buscan internamente a manera introspectiva el porqué ocurrió el error, para que de alguna manera tratemos de enmendarlo, o al menos, aprender algo al respecto.

Siempre resulta más fácil buscar fuera de nosotros y conseguir un chivo expiatorio circunstancial, en el cual podamos volcar todas nuestras frustraciones por no lograr lo que deseábamos y al mismo tiempo quedar exentos del asunto si es posible.

Hay un patrón común con las excusas y es que si hay más de una persona involucrada en el fracaso, indefectiblemente surge el potencial creativo de todos los afectados expresando sus mejores excusas para salir airosos de la situación.

Sin dudas que el mejor escenario para las excusas es cuando se trabaja en equipos, como norma siempre existe uno o varios preparado(s) para inventar una excusa o echarle la culpa a otro(s) y salir airoso de la situación en caso de algún problema que se presente.

Es raro ver que alguien asuma la responsabilidad ante un fracaso colectivo.

Lo vemos desde los más altos niveles de los gobiernos hasta los más bajos en la escala social. Es como una especie de anomalía en la Matrix ver a alguien asumiendo un fracaso y no generando una excusa al instante.

La anti-habilidad de ser eficientes generando excusas

Inventar excusas es una habilidad, como una especie de deporte que gracias a la práctica continuada, permite mejorar su técnica y con poco esfuerzo intelectual podemos lograr convertirnos en maestros. Maestros de la mediocridad, pero maestros de algo al fin y al cabo.

Logicamente son años de gran trabajo buscando eludir responsabilidades y de propiciar engaños y autoengaños, pero las excusas en sí mismas no tienen límites en cuanto a su uso y una vez que se le agarra el gusto a usarlas, terminan siendo adictivas y parte de nuestra personalidad.

No hay mejor forma ver a alguien generando excusas como ver a nuestros gobernantes hacer uso de ellas en todo momento. Una tras otra llenan el espacio temporal de su permanencia en el poder y al mismo tiempo justifican su propia existencia como individuos. Lo peor es que nos acostumbramos a escucharlas y son parte del dia a dia.

Son pocas las sociedades modernas que tienen como principio la aceptación de responsabilidades, el honor y la no generación de excusas ante cualquier problema como parte de su ética colectiva. En Latinoamérica al menos es muy raro verlo, solo basta prender el televisor y listo.

Siempre es mejor dar una excusa y tratar de salir lo más ileso posible que asumir la responsabilidad ante el problema. Es una especie de instinto epigenético que se desarrolla con el pasar del tiempo .

Por lo general usamos las excusas como armas de defensa personal, con un cierto toque de egoísmo, ya que pocas veces se piensa en las repercusiones sobre los demás al momento de decirlas y mucho menos nos importan las consecuencias por no asumir lo que no se hizo.

Nos mentimos a nosotros mismos de una forma que sabemos cómo hacer creíble el porqué de nuestra incapacidad ante el problema y casi siempre es haciéndonos creer que es producto a factores ajenos a nosotros. Nosotros nunca tenemos la culpa de nada…

Lo que estamos logrando con este tipo de justificación de incapacidad constante es ir socavando nuestra imagen ante los demás de forma paulatina, perdiendo credibilidad en sincronía con el número de excusas que generamos.

Saber si somos “generadores patológicos de excusas”

Existe una correlación de variables que dan señales de que somos un perfecto generador de excusas, algunas son:

Si nos acostumbramos a usar las excusas en exceso, al final resultan como cualquier droga, generan una dependencia insana. La analogía tiene sentido ya que el uso indiscriminado de excusas nos tiende a modelar nuestro comportamiento de mala manera.

Mientras más excusas salen de nuestra boca, menos credibilidad tenemos ante los demás y con nosotros mismos.

Las excusas nos alejan de nuestras metas, sueños y más altos anhelos que pudiéramos tener. ¿Que es más fácil hacer que alcanzar todo lo que nos proponemos? Adivinen… Unas buenas excusas. Nadie mejor que nosotros mismos para mentirnos y darnos la razón al mismo tiempo.

Algunas formas de evitar tantas excusas (y lograr lo que nos propongamos):

Para cerrar

Las excusas son enemigas de nuestra propia evolución, si toman control de nuestra vida, estamos destinados a vivir la vida que nos escriban en su pésimo guión de segunda mano.

Vivir de excusa en excusa tendrán como resultado una vida sin mucho sentido y con poca gracia. La proactividad mata las excusas.

Queda de parte nuestra tratar de cambiar poco a poco y empezar a vivir la vida acorde a como realmente queremos, sin excusas de por medio.

Nos leemos!

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