New York es la super ciudad del mundo, imposible decir algo de ella que no se haya dicho antes y su maratón le hace el honor que le…

New York es la super ciudad del mundo, imposible decir algo de ella que no se haya dicho antes y su maratón le hace el honor que le corresponde.

Ya han paso más de 3 meses desde que corrí su maratón, así que he procesado bastante bien el que fue mi número 15 y con este post quería contar mi experiencia junto con algunos tips, que pueden servirles a los que piensan correrlo.

La previa

Correr New York no es fácil, no por su altimetría, sino el tema de inscribirse y todo el proceso previo.

Existen muchas formas de correrlo, la más barata y simple es quedar en el sorteo, pero es casi imposible, se sortean miles de cupos entre más de 1 millón de solicitantes que se preinscriben.

Todos quieren correr New York.

El año 2017 quedé seleccionado de esa forma, pero lamentablemente perdí la inscripción porque justo ese año retornaba a Uruguay y se me complico la cosa. Asi que pase 5 años esperando este momento para poder correrlo.

Otras formas de correr New York pueden ser por clasificación edad-tiempo, pero para mí estaba descartada, no llegaba ni cerca esos tiempos.

Una alternativa también es pagando alguna caridad, pero ahí los costos crecen exponencialmente en función de nuestra billetera y el tipo de compromiso que podamos tener con ese tema.

Para esta oportunidad me fui por la última opción disponible, que es a traves de un operador turístico certificado para el maratón, el cual te vende el dorsal/número y a correr se ha dicho.

Luego con el dorsal asegurado viene todo el tema de coordinar el viaje, la familia (gran tema si no vas solo), la logística, pasajes, etc.… Ir a New York no es ir un fin de semana a la playa, al menos para los que vivimos en otra parte del mundo lejos de esa metropolis.

A mí me toco ir con mi hijo de 1 año y mi esposa y en ese caso la ecuación cambia por completo respecto a cuando solía viajar y correr solo. Ir a correr con la familia es una experiencia completamente distinta.

Recuerdo que en esta fase previa al maratón cambie de trabajo y una de mis condiciones para el nuevo trabajo fue: “voy a correr el maratón de New York, espero no haya problemas en que pida unos días”. No tuve problemas, pero siempre es bueno avisar y así evitar dramas de último momento.

Algo a tener en cuenta es que el hotel o Airbnb hay que reservarlo unos 4 o 5 meses antes. No confió mucho para este tipo de casos en Airbnb porque he visto que te cancelan sobre la fecha y te vas a querer matar si te pasa esto en New York para estas fechas.

Si haces la reserva del hotel sobre la fecha, primero que no vas a conseguir casi nada vas a tener un aumento de más del 30% que si lo hubieras hecho 4–5 meses antes, así que pendientes de este dato.

En lo personal me fui por Booking . Recomiendo (y creo que es lo mejor) conseguir algo bien cerca de Central Park. Yo me quede a 2 cuadras de Time Square (y a 5 de la llegada) dándole la oportunidad a mi familia de irse caminando a la llegada y esperarme ahi sin dramas.

Es de agradecer después de correr 42kms (más el tiempo extra previo) llegar al hotel lo más rápido posible.

Llegar al menos con 3 o 4 días de antelación al maratón es algo necesario. Si pueden haganlo y no hagan como yo de llegar el viernes.

El cansancio del viaje para los que vivimos lejos te pega y más cuando te toca viajar con un bebe que no te deja dormir en casi todo el vuelo.

Detalles previos

Como todo maratón, había entrenado duro, más de 5 meses de forma específica, sin muchos altibajos y la verdad que estaba preparado para correrlo, o eso creía.

Hice mis deberes bastante bien, 2 meses atrás había corrido una media en 1h:29m, sumado a mis entrenamientos y las carreras largas de ley me hacían pensar (y aspirar) un tiempo mejor al que corrí en Tokyo en el 2014 en 3h:10m y que capaz con algo de suerte podia incluso mejorarlo para lograr la clasificación a Boston.

Sí, soñé un poco más de la cuenta y esta no es esa historia con ese final tan feliz.

Ya había leído que New York era rudo y la altimetría no es de las más amigables, pero que a cambio te regalaba el mejor público que un maratón puede pedir.

Las 2 cosas fueron ciertas, por lo que sí estás dudando y pensando mucho en correrlo, de plano te digo: valdrá la pena.

Pero eso sí, prepárate y muy bien, posiblemente sufrirás un poquito más de la cuenta.

No digo esto para asustar a nadie, sino que es un maratón que te emociona en extremo al inicio y al final te hace sufrir bastante si no llegas al 100% de tus capacidades y te controlas los primeros kilómetros.

Corriendo New York

Mucha gente me dijo que estaba loco por ponerme a entrenar para este maratón habiendo tenido un hijo hacía unos meses, no me importo. Igual me lance la aventura de correr mi 4to Major y no me arrepiento de eso.

Algo a tomar siempre en cuenta es que la gente que te dice ese tipo de cosas no son corredores y aunque te lo digan de buena fe no entienden lo que significa correr.

Como todo corredor sabrá, el maratón no es ir ese día correr y colgarse la medalla, es algo más que eso.

Es empezar a entrenar, conseguir el tiempo para hacerlo, buscar las ganas cuando no hay, manejar inteligentemente las lesiones, seguir un plan de entrenamiento, comer decentemente y otra serie de sacrificios que no todos los simples mortales están dispuestos a soportar.

El maratón se transforma en una especie de mini proyecto de vida, un intervalo de tiempo con significado propio que se llena de experiencias de todo tipo durante su existencia y que se centra fundamentalmente en lo que nos gusta hacer: correr y probarnos a nosotros mismos que podemos seguir haciéndolo a pesar de ponernos viejos.

Por eso los maratones no son para todo el mundo (solo el 0.01% de la población mundial logra correr al menos 1 maratón al año) y lo repito porque hay que tener muchas ganas de hacerlo, tener diciplina, saber que vas a sacrificar un sinfín de cosas en pos de ese objetivo y que vas a tener a cuestas algo de sufrimiento y cansancio uno que otro día de la semana.

Irse de una fiesta temprano un fin de semana por que “mañana toca hacer unos 30kms” es un clásico y toca hacerlo muy seguido cuando se aproximan las semanas y los días para ese momento.

Asi que el simple hecho de correrlo te hace diferente a unos cuantos en tu círculo más cercano (y por eso a veces no te van a entender).

De esos mismos nunca faltará ese alguien que te pregunte: ¿ganaste en el maratón? pero ya sabemos que responder en esos casos.

El día “D”

Eran las 4:30AM y ya estaba comiendo un desayuno improvisado en el baño del hotel para no despertar a mi hijo que dormía plácidamente.

Ese día por lo general duermo poco así que no preocupe mucho. Me vestí y salí preparado mentalmente para esos 42 después de darme una especie de charla auto motivadora frente al espejo.

Estaba hospedado por la 7ma Av. y me podía haber ido caminando hasta la NY Public Library, pero para ir seguro me fui en Uber. No quería cansarme ni agarrar metro.

Al bajar al lobby del hotel me encontré una señora con pinta de corredora y le dije si quería irse conmigo al notar que tenía el dorsal puesto. Se anoto y nos fuimos. Tendria como la edad de mi mama y me conto que venía de Washington y que había venido sola a correr el maratón y que su familia no pudo venir a acompañarla.

El conductor del Uber que nos llevaba era un hindú muy cómico, iba riéndose durante el camino contando chistes y diciendo que los corredores están locos por pararse tan temprano a correr y cerrarle la ciudad.

Solo en New York un taxista anda de buen humor a esa hora de la madrugada trabajado un domingo cualquiera, pero no tan cualquiera para nosotros los que íbamos a correr por los 5 distritos de esa ciudad.

En via al Public Library quede impactado de ver cientos de autobuses uno detrás de otro, listos para llevarse a los corredores a Fort Wadsworth.

Era impresionante estar ahi y ver esa cantidad de corredores, policías y autobuses (y tan lejos de la largada) en una perfecta coordinación y con tan poca improvisación.

Ahi me di cuenta de que este maratón era otra cosa y bastante diferente al resto de los que he corrido. Yo pensaba hasta el momento que Tokyo era lo más brutal que había visto en organización de maratones, pero New York está en otro nivel.

Me subí al bus y eso fue un viaje de ida casi sin frenos, toda la via para nosotros y sin tráfico alguno. Eso en New York es el único día del año que pasa algo así y parece algo casi mágico. Trate de dormir un poco en el bus, pero fue en vano, el viaje se hizo muy corto.

Llegué a Fort Wadsworth con el amanecer y empecé a hacer la fila para las revisiones antes de entrar al recinto donde están los corrales con cientos de policías. Sin duda todo ese movimiento de seguridad te llama la atención, pero después de lo de Boston no hay margen para errores de ningún tipo y eso te hace sentir que estás seguro y en el lugar correcto.

Ese día era atípico, en todos los maratones de New York el clima siempre ronda siempre entre los 8–12 grados Celsius y en ese momento que amanecía habría 20 grados antes de las 7am. Era raro y no le di importancia en ese momento.

Me centré en volver a desayunar algo más que conseguí en los stands y luego me busqué un sitio para descansar mientras pasaban las horas hasta las 9:00am de la mañana.

Ver los corredores comiendo, descansando, algunos disfrazados, hizo que el tiempo pasara rápido y me sea ameno, aunque estuviera solo.

En ese momento sentí un poco de envidia por dos cosas: la gente que se había llevado el celular o una camara al maratón (un error no haberlo hecho) y el ver a los grupos de corredores disfrutando entre ellos ese momento.

Ya estoy acostumbrado a ser un lobo solitario en mis trotes, pero correr con amigos y gente querida y compartir ese momento es siempre gratificante.

Con el pasar del tiempo se iba llenando el sitio y no paraban de llegar buses y buses con más corredores. Ya empezaban a anunciar la apertura de los corrales y tocaba arrimarse al sitio de largada.

Yo arrancaba en el Wave 1 corral B, por lo tanto, iba a ser de los primeros en salir así que me fui para allá y al entrar al corral sentí que entraba en una especie de zona VIP.

Ahi encontré baños inmaculados solo para los corredores del corral. Eso era como una especie de bendición, después de haber usado esos baños con filas kilométricas del recinto general, llenos de “sorpresas” de todo tipo en su interior.

Recuerdo haberme metido en un baño de esos y quedarme como 15 minutos “meditando” literal ahi, tranquilo, sin ruidos, casi me duermo de verdad, se respiraba paz y limpieza. Nunca me tocaron la puerta y hasta pude descansar un poco.

Ya al rato salí y empecé a estirar un poco y a prepararme mentalmente para ese momento de la largada.

Ya eran casi 5 horas despierto y quizás sea una de las pocas cosas a criticarle a este maratón. Pero es la unica forma de hacerlo con esta ruta y vale la pena a fin de cuentas.

Se venía la largada y la verdad todo iba color de rosas, la adrenalina del arranque mezclada con la voz de Sinatra cantando New York, New York, miles de corredores aplaudiendo al unisono en la salida, varios helicópteros sobrevolando el area y el ruido de los cañones en Fort Wadsworth hacían de ese momento un instante mágico que no daba para otra cosa que disfrutar y agradecer el hecho de estar ahi para dar lo mejor de uno al momento de la largada.

Se siente que todo había valido la pena y ese momento pagaba todo el maratón. Y cuando digo pagaba me refiero al sudor de cada entrenamiento y a cada dólar que costo estar ahi para vivirlo.

Y así arranque, los primeros 10kms tratando de pensar que las cosas iban a salir bien, ¿por qué no, porque no iba a ser mi día soñado? pero algo estaba raro en el ambiente, estaba pesado o lo sentía así, yo me negaba a verlo porque en el fondo quería pensar que iba a lograr lo que me había propuesto y ese fue mi peor error.

Las pulsaciones estaban más arriba de lo normal y no quise ajustar mi estrategia de carrera, tenía que bajar un poco el ritmo y el no hacerlo a veces te sale caro.

Ese día más de 1.000 corredores de los casi 49.000 que salimos de Staten Island hacia Central Park no lo terminaron. Entre esos estaban el brasilero que fue de primero durante la primera mitad y que colapso en plena calle, como también la leyenda Galen Rupp.

A mí me paso algo parecido como le paso a Casey Neistat: me dieron una paliza, pero la disfrute. Les dejo el video porque no tiene desperdicio y narra algo parecido a lo que muchos vivimos ese día:

El calor y la humedad de ese día me paso factura muy rápido y ya por el km 16 empecé a sentir los primeros calambres. Suena a típica excusa de corredor, pero es real.

Calambres que nunca tuve en mis entrenamientos de 30 y 35 kms que había hecho hace unas semanas atrás. Me parecía insólito y me daba un poco de risa al mismo tiempo, el típico dejavu de experiencias fatídico as anteriores que sabes que no termina bien.

Ya con los primeros calambres te das cuenta de que el mundo se te empieza a caer poco a poco y que no puedes hacer nada para remediarlo.

Lo más triste no es ver que el cuerpo no te responde a como “debería hacerlo” sino que al mismo tiempo empiezas a ver cómo te empiezan a pasar los compañeros de carrera que venían corriendo al lado tuyo hasta ese momento.

Parecía una especie de brujería vudú que te hizo tu peor enemigo para que el día soñado se transforme en una pesadilla. Y debe ser vudú porque las agujas que le clavan al muñeco en las piernas se deben parecer en dolor a los calambres que tuve ese dia. Sono dramático, pero fue así.

Correr más de medio maratón con calambres es toda una proeza (o una estupidez monumental), ya que el desgaste físico y dolor que te van generando los calambres van en un aumento a medida que se acerca la tan ansiada meta.

Y no solo es el desgaste físico del momento, sino el manejo de la frustración es algo digno de comentar también.

Bajar la mirada hacia el reloj y ver como disminuía mi ritmo de carrera, era como una especie de puñalada al ego y a esa imagen mental que me había construido como final feliz del maratón terminando en Central Park.

Como todo proceso traumático, la aceptación mental del fracaso en el maratón me paso por varias fases.

Al principio me aparece en escena la negación, ya el cuerpo no empieza a dar buenas señales, pero nos empeñamos a mantener el ritmo “estipulado”.

No había llegado a Brooklyn y ya estaba haciendo la primera parada, ya de ahi empezaba para mí el viacrucis y en cada parada de agua trataba de buscar algo de hielo para las piernas, echarme algunos encima para bajar el calor y poder seguir.

Por Williamsburg en el barrio de los judíos ya me sentía fundido y sabia en el fondo que no iba a terminar bien. Al menos al pasar por ahí me reí bastante en ver cómo los locales cruzaban las calles y esquivaban a los corredores.

Ya arrancaba otra fase internamente de aceptación del fracaso que se basa en buscar el tiempo “no tan optimista” y la idea era seguir y tratar de buscar un tiempo al menos parecido al que tenía en mente.

Algo tipo 10–15 minutos sobre mi record personal (PR) todavía estaba dentro de un rango “decente” para mí y me hacía sentir conforme.

Pero con el paso de los kilómetros, me daba cuenta de que la carrera no tenía más sentido el tema de “buscar tiempos”, sino que ya entraba en lo que es la otra fase de “aceptación” que consiste sencillamente en buscar terminarla lo más decentemente posible y tratar de disfrutarla si hay chance o energía para hacerlo.

Y así fue, ya para ese momento me pasaba gente de todo tipo y ahi es cuando empezamos a decir, ¿porque me pasa esto a mí? ¿cómo me va a ganar ese que me acaba de pasar? pero así es la vida y el maratón es una representación clara de ella.

Uno puede prepararse mucho, pero la realidad puede jugarte una mala pasada y a nadie le importa que tiempo traías en mente, cuanto entrenaste y cuál ha sido tu mejor tiempo.

Cuando vi que los tiempos iban a ser más que desastrosos (para mi) empecé a bajarme la presión y me lo tomé a ligera, fue cuando decidí no mirar nunca más el reloj.

Ahi fue cuando empecé a disfrutar del público a saludarlos chocando las manos, de hablar con alguno que otro corredor que veía que venía sufriendo como yo e incluso hasta tuve el “atrevimiento” de dar ánimos en los últimos metros a unos cuantos.

Ya lo importante para mí era terminarlo y buscar mi medalla, no me importaba más nada salvo recordar esos últimos momentos.

Por eso me arrepiento de no haber llevado una GoPro o el celular. De verdad vale la pena grabar esa experiencia y esos momentos. Lo bueno es que ya tengo la excusa para correr New York otra vez.

Faltando poco para la llegada, sabía que mi esposa y mi hijo estarían por Central Park esperándome y eso me motivaba a seguir dándole y no pensar jamás en abandonar.

Cabe destacar que gracias a Dios nunca lo he hecho y espero no hacerlo nunca la verdad.

Ya cuando entras a Central Park se siente que falta poco para que termine pero que te salgan esas mini subidas a cada rato era algo matador a esa altura, pero era el precio que tocaba pagar por haber hecho las cosas mal y tocaba disfrutar de ese hermoso parque lleno de gente de esa manera.

Faltando 2 kms escucho gritos de todo tipo a un lado de la calle entre el público y entre esos escucho mi nombre, era mi esposa y mi hijo (y un gentío que no conocía que gritaban mi nombre también con ellos, es lo lindo de New York) que estaban ahi esperándome, alentándome y contentos de verme.

Fue un momento mágico e irrepetible. Me pare los salude y seguí. Nunca había tenido ese público en un maratón y verlos ahi en ese momento fue lo más lindo de todo ese día sin lugar a duda.

Segui corriendo y cuando logre ver esa llegada fue inevitable que no me diera una especie de alegria que pocas cosas son capaces de emularlas, a pesar de no haberlo hecho en el tiempo que deseaba.

Por unos segundos te olvidas de que venias sufriendo y te sentís feliz de estar ahi, aunque veas el reloj inmenso que te recuerda que tu tiempo final fue un desastre, lograste lo que te propusiste, correr New York y terminarlo y colgarte esa medalla.

El maratón de New York no es para correrlo una sola vez, estoy seguro de eso y no lo digo yo sino el 99% de los que lo corren, así que estoy seguro de que le daré su revancha.

No solo es el maratón que tiene el mejor público, sino que tiene la mejor expo, la mejor organización, la mejor hidratación y de verdad no le vi fallas por ningún lado. Todos los detalles lo hacen para mí el maratón número 1 a nivel mundial.

Eso sí la próxima vez no esperaré a los calambres para empezar a disfrutarlo, sino que lo haré desde el principio y con camara en mano.

Espero que para esa próxima oportunidad pueda entrenar mejor y trataré de ser un poco más realista en mis aspiraciones, algo que a veces un corredor no-elite no lo tiene tan claro.

Lo bueno de correr es tener la dicha y la salud de hacerlo, de poder disfrutarlo y de aprender de los errores cuando nos toca hacerlo, para poder mejorarnos y seguir en esto de sentirnos vivos.

¡Gracias por leerme y espero te haya gustado el post!

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